miércoles, 27 de abril de 2011

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Ciudad Irreal

Los amigos de esta mesa se han movido en Semana Santa.
S. para comprobar,abatido en Canaletas,que desde arriba sólo se puede ir hacia abajo.M. de descanso serrano, con intoxicación alimentaria incluida.F. en la casona de unos amigos de Murcia. Y LL, cuenta su viaje por Andalucía y La Mancha con la mística experiencia de procesionar por las tascas cuando hay más truenos que tronos.
Cuenta la repetida sensación de irrealidad que le acompaña cuando visita por primera vez una ciudad, en esta ocasión Ciudad Real,que le recibió con una piel dálmata a causa de una imponente granizada.
Después del diluvio el paseo por desiertas calles peatonales de atmósfera expresionista, donde los escaparates de las habituales franquicias te dan la sensación de estar(aunque no era el caso) en un lugar en el que ya has estado.
Ya en la destartalada Plaza Mayor se produce un espectáculo que explica la utilidad de todas las plazas castellanas: hay un verdadero atasco bajo los soportales en los que se cobijan familias enteras, que iban a ver los pasos y ahora pasean de bar en bar.
Hay muchas pastelerías y amables señoras empeñadas en darte la receta de las mejores torrijas.Una cuenta que su marido,que en paz descanse, se emborrachaba con las de vino, que le gustaban más que las de leche.
Un camarero hace inventario de los desastres de la especulación de los 60 y 70 que demolió interesantes edificaciones para dar a paso a engendros de los que hay buenas muestras.
Eso ocurría cuando los imputados no competían y el latrocinio sólo tenía un color, azul por más señas.
A la hora de comer sufres la inexplicable tentación de pedir platos como "atascaburras" o "duelos y quebrantos"nombres que, lejos de ser una ocurrencia, responden con exactitud a la rotundidad del condumio.
Se impone la siesta y el absurdo despertar que te proporciona "España Directo", un programa que combina con toda naturalidad desastres y gastronomía: después de unas ratas,un cocido.
En diferentes canales ponen las procesiones, si salen o no salen, repetidas imágenes de un pasado detenido en grotescas tradicones, tambores irritantes y turbas gritonas.
La entrevistadora de una tele local pregunta a un señor con capirote el porqué en Sevilla lloran más que nadie cuando se suspende la procesión, a lo que contesta que al ser castellanos eso se lleva dentro.
Conviene pues volver a la calle y atizarse unas migas.